domingo, diciembre 16, 2007

En la montaña...


La tienda estaba helada, como cada uno de los caminantes en potencia que dentro de ella despertaban. El arrullo triste del viento se veía acallado por unas cuantas voces, el sisear de sacos de dormir que se movían, alarmas que chillaban, nos movíamos, preparábamos, cocinábamos, había que ganarle al amanecer!. Todos prestos, como si el mundo se acabara, empezamos a prepararnos. Afuera todo era un inmenso mar de oscuridad, a excepción de las sombras de algunos pajonales y polilepis que nos recordaban que habíamos acampado muy abajo, muy a pesar de muchos de nosotros los cuales habríamos preferido la batalla más dura el primer día y la definitiva al siguiente, pero el coloso nos hubiese preparado antes, incluso de nuestra llegada, un impedimento: el agua, que abajo era abundante, pero que mas arriba desaparecía poco a poco entre los arenales, los cuales se la bebían sin piedad de ningún andinista, para soltarla mas abajo.

El campamento cada vez más agitado dejaba ver, ahora mejor, al grupo de personas, amigos, compañeros, que se armaban y preparaban para hacerle frente, al viento; la lluvia, la nieve, el cansancio, y prestos a demostrar, a Dios, a la montaña, y a ellos mismos que son dignos y merecedores de disfrutar, como pocos, de cerca de la bella obra que es la creación, y si hay suerte de una cumbre más.

-Tengo frío y me duelen los pies- decía un chúcaro- mi ropa está mojada, tengo sueño, no se si ir, ¿podré?, ¿y si me canso?
-Tranquilo nosotros te esperamos, si vamos, vamos todos-… entonces caminamos.

El sendero por donde empezamos era abierto y no nos exigía demasiado, pero como en pasadas ocasiones, uno del grupo, con colosal fardo, se relegaba poco a poco.

-Oye que llevas- entre algunos le preguntaron, la burla fue general cuando descubrimos mas adelante que había llevado incluso su saco de dormir.
Entonces recuerdo también mi primera salida, íbamos en bicicletas, de las cuales pocas retornaron a sus hogares ilesas, por el páramo helado de “Limpiopungo”. Fue allí cuando conocí algunos datos que me serían útiles en ocasiones posteriores, pero en esto nunca se deja de aprender…

En el esfuerzo, demasiado calor no ayuda mucho, y poco a poco lo descubrí en carne propia. Esteban, amigo y compañero en la afición, se me adelanto mientras yo me quitaba el impermeable e intentaba hacerle espacio en mi maleta, lo cual me robó tiempo y el puesto que tenía en la fila. Caminaba ahora al final “cerrando”, esta posición es dura y exige más que a los primeros, dado que esperas a los que se quedan y te enfrías y tienes que retomar aún mas veces tu ritmo, y por otro lado en los momentos de descanso los primeros, que caminan a su propio ritmo, sin esperar a muchos, ya han descansado cuando tu apenas los alcanzas, y piden continuar lo mas pronto posible, pero ya que…

Una chuquiragua me recuerda que el cansancio no es la razón por la que hoy estamos aquí.

El Sol empieza a aparecer por el horizonte y nos deja a ver nuestro objetivo, dos picos que se han vestido de blanco como para recibirnos o talvez para impresionarnos mas, y nosotros……caminamos.


Pablo Chávez Buitrón

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